Brasil | 2020-07-20 | Agencias
Jafet Arias Becerra esperaba a su familia en la salida de un hotel en Fortaleza, un balneario del noreste de Brasil, cuando la policía lo cercó. El turista, que venía a Brasil por tercera vez, no resistió. Sus vacaciones terminaron en ese 22 de diciembre de 2017, así como la farsa que sostenía hasta entonces. Su documento decía que había nacido en Bolivia y un nombre falso ocultaba que era el mexicano José González Valencia, El Chepa, hombre fuerte del cartel Jalisco Nueva Generación.
La suerte parecía haberlo abandonado. Doce años antes vivió un episodio cinematográfico. Era pasada la medianoche del 1 de agosto de 2005. A pesar de la hora, unas 250 personas se aglomeraban alrededor del pequeño ring para peleas de gallos montado en el centro del hipódromo conocido como El Carril, en la ciudad de Tonalá, en el Estado mexicano de Jalisco. Allí, estas aves con espuelas afiladas y estatus de deportista son adiestradas para deleitar con su muerte a los espectadores. Parte del público que apostaba por los gallos era del cártel del Milenio o de los Valencia, fundado en la década del setenta por Armando Valencia Cornelio, conocido como El Maradona, un exproductor de aguacate que comenzó a dedicarse al narcotráfico. Cuando faltaban poco menos de 15 minutos para la una de la madrugada, la sangre de las personas se mezcló con la de las aves en el ring.
Un grupo de hombres armados con rifles de asalto AK-47 y Hk empezaron a disparar dentro de El Carril y lanzaron dos granadas contra la multitud. Los autores del ataque, que dejó cuatro muertos y más de 20 heridos, eran sicarios del cártel de Los Zetas, entonces rivales del Milenio. Con una herida en el brazo, José González Valencia logró escapar. Este es uno de los primeros registros en la prensa local de este mexicano, que después sería conocido por muchos nombres. Cuando fue detenido en Brasil en diciembre de 2017, doce años después del atentado, llevaba un carné a nombre de Jafett Arias Becerra. Pero en México ya se había hecho famoso mucho antes con los apodos de El Chepa, Camarón y Santy: desde 2009, José era el hombre fuerte del segundo mayor cártel de drogas mexicano, el Jalisco Nueva Generación (JNG), también conocido como Los Matazetas, un mensaje claro a Los Zetas.
El grupo, cuyo poder hoy solo lo supera el cártel de Sinaloa, nació en 2009 como una escisión del cártel del Milenio, que se había desmantelado ese mismo año. La familia Valencia es tan importante para el cártel de Jalisco que los hermanos y hermanas de José (diez hombres y ocho mujeres) forman parte de un subgrupo llamado Los Cuinis: el nombre hace referencia a un roedor común en el Estado de Jalisco que tiene grandes camadas, de más una docena de crías.
El JNG utiliza los métodos violentos que se han normalizado en las disputas entre grupos rivales de traficantes: decapitaciones, asesinatos en masa y secuestros. En la masacre más reciente atribuida al cártel, al menos 13 policías fueron emboscados y asesinados mientras conducían por una carretera rural a las afueras de la ciudad de Aguililla, en el Estado mexicano de Michoacán, en octubre de 2019. Pero una de las acciones más audaces del cártel fue el secuestro de uno de los hijos del entonces líder supremo del narcotráfico, Joaquín El Chapo Guzmán, en agosto de 2016. Unos hombres armados se llevaron a Jesús Alfredo Guzmán Salazar mientras cenaba en un restaurante de lujo de Puerto Vallarta, una ciudad famosa por sus playas y complejos turísticos. Fue puesto en libertad días después, tras las negociaciones entre los cárteles de CJNG y Sinaloa.
José El Chepa no era un sicario del cártel: la fiscalía cree que dirigía el sector financiero de la banda, comandando las operaciones y los pagos directamente desde la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, donde vivía desde 2015 tras huir de las autoridades mexicanas después de que arrestaran a su hermano Abigael. También se encargaba de la seguridad de Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, su cuñado, número uno del JNG y el narcotraficante más buscado en México desde el arresto de El Chapo. A pesar de realizar trabajo burocrático, también se le acusa de ser el autor intelectual de una serie de homicidios, incluidos agentes estatales, y de tráfico de drogas.
La ruta Brasil, vecino del líder del PCC
El Chepa llegó a Brasil por el aeropuerto internacional de Guarulhos, en São Paulo, el 22 de diciembre de 2017. Desde allí voló a Fortaleza, en el nordeste de Brasil, el mismo día. Las imágenes tomadas por las cámaras de seguridad del aeropuerto muestran a un hombre con pantalones vaqueros y polo blanco caminando sin preocupaciones por el vestíbulo. Según la Policía Federal brasileña, se trataba de un viaje de vacaciones: el narcotraficante quería pasar las fiestas de fin de año junto a su esposa e hijos.
En Fortaleza, visitó un parque acuático y se alojó en un complejo hotelero de la región metropolitana. El 27 de diciembre, mientras esperaba que la familia saliera del hotel, se apoyó contra dos palmeras. Llevaba gafas de sol, una camiseta blanca, unas bermudas de baño y chanclas. La Policía Federal lo arrestó y El Chepa no reaccionó. Negó a la Corte Federal de Brasil que estuviera vinculado con el narcotráfico. Más tarde, las autoridades informaron que esta no era la primera visita del mexicano al país: ya había estado en Brasil en 2015 y 2016 sin que le molestaran, gracias a su identidad falsa.
El Chepa es hoy el único miembro de cárteles mexicanos que está en una cárcel federal brasileña, según los datos del Departamento Penitenciario Nacional que ha obtenido EL PAÍS a través de la Ley de Acceso a la Información. El Chepa espera el resultado de los procesos de extradición en una celda individual de la cárcel federal de Mossoró, en el Estado de Río Grande del Norte. Tanto Estados Unidos como México quieren el derecho de juzgar al narcotraficante. Su abogado declaró a EL PAÍS que tiene derecho a ser extraditado a México, “ya que la Ley de Inmigración determina que, cuando más de un Estado requiere la extradición de la misma persona por delitos diferentes, tiene preferencia el Estado en cuyo territorio se haya cometido el delito más grave, según la legislación brasileña”. En México, a José se le acusa de homicidio y en Estados Unidos, de narcotráfico.
En Mossoró, El Chepa tiene como vecinos y compañeros de baños de sol a parte de la cúpula de la facción Primer Comando de la Capital (PCC). Entre ellos estuvo el líder, Marcos Willians Herbas Camacho, Marcola, hasta su traslado a Brasilia en marzo 2019.
El PCC y los cárteles mexicanos
No se sabe si El Chepa hizo negocios en Brasil ni cuáles serían los objetivos de sus viajes anteriores al país. En principio, el gran cliente de los cárteles mexicanos es Estados Unidos, el mayor consumidor de cocaína y otras drogas sintéticas del mundo. Además, México no es un gran productor de drogas, sino que las adquiere a cárteles de Colombia, Bolivia y otros países sudamericanos. También tienen sus propias rutas marítimas a Europa y Asia, por lo que no tendrían necesidad de utilizar puertos brasileños. Sin embargo, la evidencia de que existen lazos entre facciones brasileñas y los grupos mexicanos está emergiendo gradualmente.
Uno de los primeros indicios de esta relación surgió en 2014, cuando la Policía Federal descubrió que el PCC había realizado un envío de cocaína de prueba a México. Las más de 20 tabletas de droga tenían como destino la ciudad portuaria de Vera Cruz, donde el JNG tiene presencia, junto con otros grupos locales. En 2019, una investigación de la Policía Civil encontró indicios de que el cártel mexicano de Sinaloa sería un “proveedor de drogas a gran escala del PCC, para suministrarlas tanto al mercado interno como para exportarlas a Europa”, según un reportaje del portal UOL. Por ahora, las pruebas que se han hecho públicas son endebles: se encontró una foto con el escudo de armas del grupo mexicano en el móvil de un narcotraficante brasileño.
También se especula que Gilberto Aparecido dos Santos, Fuminho, uno de los principales interlocutores del PCC con traficantes bolivianos y que fue arrestado en Maputo, Mozambique, en abril de este año, tuvo contactos con el cártel de Sinaloa. Aunque no forma parte de la facción brasileña porque no aprobó el proceso de bautismo, Fuminho es íntimo de Marcola, con quien estuvo en prisión y participó en robos a bancos.
Al igual que El Chepa, el brasileño también fue detenido con documentos bolivianos falsos y vivió en el país durante unos meses.
La Fiscalía General de la República ya se posicionó sobre la extradición de El Chepa: “El Ministerio Público Federal aprueba la solicitud de extradición de José González Valencia de las autoridades de los Estados Unidos de América”, informó el entonces vicefiscal de la República, José Bonifácio Borges de Andrada, el 11 de octubre de 2019. Ahora, el destino de este hombre de muchos nombres está en manos del Supremo Tribunal Federal, que no tiene fecha para decidir sobre el caso.