Ciudad de México | 2024-10-04
La promesa de una nueva vida, un sueño que muchas veces empieza con un boleto de avión y una oferta de trabajo aparentemente legítima, se convirtió en una pesadilla para seis jóvenes colombianas secuestradas por una red de trata en Veracruz .
Las mujeres habían visto en el extranjero una oportunidad de cambiar su destino, de abrirse paso en el mundo. Veracruz , el puerto que conecta a México con los sueños y pesadillas de tantos, las esperaba...
No se trata de una aventura cualquiera. Derlis Dayana Panesso, Yarlín Giraldo Soto, Michell Daniel Morales Quiroga, Marianyeli Chacón Álvarez, Sofía Velásquez Giraldo y otro aún no identificado, volaron a México desde Medellín , convencidas de que la vida que les ofrecían tenía que ser mejor que la que dejaban atrás.
Una agencia de modelos en Veracruz , les dijeron, les ayudaría a triunfar, ser admiradas. Sin embargo, en su camino no solo había promesas, también mentiras.
Las familias de las jóvenes , aunque con reservas, les dieron el adiós. Los primeros días parecían tranquilos. La reclutadora en Xalapa , Veracruz , Yésica Anahí Lilith, echaba a andar el plan del grupo internacional de trata .
El 25 de septiembre, la aparente calma se rompió de manera bruta . Las comunicaciones se detuvieron, y el miedo empezó a crecer entre los familiares que, desde Colombia, trataban desesperadamente de obtener respuestas.
Fue entonces cuando dos de las chicas lograron enviar mensajes antes de que todo quedara en silencio. No era solo una falla en las redes; Ocurriría algo mucho más oscuro. En sus palabras breves, desesperadas, quedaron claro: estaban siendo retenidas contra su voluntad por criminales .
Poco después, una llamada confirmó que todos temían: secuestradas . Los captores exigían 100.000 dólares por cambio de sus vidas. La voz al otro lado de la línea era conocida. La reclutadora xalapeña, quien en un principio había sido su guía, ahora era el enlace entre los criminales y las familias en Colombia .
La misma persona que las había recibido pedía, con una frialdad desconcertante, que las familias no hicieron pública la situación ni acudieron a las redes sociales. El miedo ya no era una posibilidad, era una certeza.
La incertidumbre y el pánico crecieron. Veracruz , un puerto lleno de sombras, un sitio donde las actividades ilícitas del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y otros grupos criminales se mezclan con la vida cotidiana, estaba ahora en el centro de una operación internacional para salvar a estas mujeres.
Veracruz no es solo un puerto. Es un cruce de caminos entre el narcotráfico , el crimen organizado y las rutas ilegales que conectan México con Sudamérica.
El CJNG, con un control férreo sobre la región, se ha convertido en uno de los cárteles más peligrosos del país. Las autoridades mexicanas y colombianas sabían que la liberación de los jóvenes no sería fácil.
Cada minuto que pasaba en silencio, en angustia, confirmaba que estaban en territorio controlado por criminales que no dudaban en usar la vida humana como moneda de cambio.
Mientras tanto, las familias de las colombianas intentaban lidiar con la incertidumbre . Las autoridades consulares de ambos países activaron todos los recursos disponibles, pero cada segundo parecía eterno. Sin embargo, la operación de rescate , liderada por equipos especializados, finalmente llegó a su fin con éxito: las seis jóvenes fueron liberadas, con golpes, llorando, pero vivas.
Las jóvenes colombianas regresarán a casa, pero en sus miradas, y en las de sus familias, queda una marca imborrable. La realidad de Veracruz , ese puerto que lo conecta todo, seguirá siendo un lugar donde la vida y la muerte se negocian a puertas cerradas.