México | 2023-10-26
El paso del huracán Otis, ha traído recuerdos acerca de otros fenómenos naturales que han impacto de manera similar al Estado de Guerrero y al Puerto de Acapulco. Fue la mañana del 6 de octubre de 1997, cuando la depresión tropical número 18, evolucionó a tormenta tropical y fue nombrada Pauline (o Paulina). En ese momento, el fenómeno se ubicaba frente a las costas del Océano Pacífico, a 396 km al suroeste de Tapachula, Chiapas.
Nadie se esperaba, que durante ese mismo día, a las 16:00 horas, Pauline cambiaría a huracán categoría 1 hasta alcanzar vientos de 120 km/h y rachas de 150 km/h. Dos días más tarde, tocó tierra en Huatulco, Oaxaca y pasó por las poblaciones de Puerto Ángel y Puerto Escondido ya como categoría 3.
A diferencia de Otis, que para las 10:00 horas de este miércoles ya se encontraba en categoría 1, Pauline se mantuvo como huracán mientras se desplazaba hacia Guerrero. El 9 de octubre comenzó la pesadilla para dicho estado.
El ojo del huracán llegó a 30 km al noroeste de Acapulco y golpeó fuertemente al puerto, provocando lluvias que nunca antes se habían registrado en la entidad. En menos de 24 horas, las autoridades reportaron 411.2 mm de agua; cantidad que, en promedio, se registra durante tres meses de lluvia.
El huracán Pauline representó el fenómeno más intenso en la historia de Guerrero, hasta ese momento. Pues Otis, le quitó ese puesto, provocando intensas lluvias que causaron a su vez, repentinas crecidas los ríos Papagayo, La Sabana y El Camarón; derrumbes en las cadenas montañosas; deslaves y peligrosos flujos de lodo que arrastró a su paso, entre ello, puentes, casas, edificios, hospitales y calles destruidas, así como poblaciones incomunicadas; y pérdidas humanas.
Pauline provocó más de 300 muertes en Guerrero y Oaxaca, además de dejar cientos de heridos y familias sin hogar.
Otis tocó tierra en Guerrero y oficialmente se convirtió en uno de los de mayor fuerza en llegar a la entidad, por lo que recuerda a otro de los más destructivos y mortíferos.
Algo similar sucedió hace poco más de 26 años, en septiembre de 1997 cuando el huracán Paulina o Pauline irrumpió en la costa guerrerense causando devastación:
En menos de un día, el 9 de octubre de 1997, el huracán Paulina produjo 411.2 mm de lluvia, algo que se junta aproximadamente en tres meses de precipitación. Fue a las 4:00 horas cuando se registraron los mayores aguaceros en el puerto de Acapulco, con 120 mm de lluvia,: la precipitación de un mes en una hora.
Esos fueron los números de un huracán que alcanzó la categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, la cual divide al fenómeno en categorías, que dependen de la velocidad de sus vientos, los metros de la marea de tormenta, la presión central y los daños potenciales que puede causar.
En los huracanes de categoría cuatro los vientos van de los 210 a los 249 km/h; la marea de tormenta llega a los 5.5 metros de altura; la presión central va de los 920 a los 944 milibares; puede causar daño extenso en construcciones, deja techos débiles o completamente dañados, árboles totalmente arrancados, daño importante en pisos bajos de construcciones, se presentan inundaciones costeras de tres a cinco horas antes de la llegada del centro del huracán; se requiere la evacuación de áreas residenciales hasta en 10 kilómetros tierra adentro.
Cabe destacar que, aquel año, cerca de 40 mil turistas quedaron varados, por lo que las Fuerzas Armadas tuvieron que implementar en tiempo récord un puente aéreo para rescatarlos, además de transportar víveres para la población afectada.
Estos hechos, son un recordatorio de que la fuerza de la naturaleza puede derribar todo lo que desee a su paso, incluido a los humanos, a quien solo nos queda respetar y entender que el mundo natural va mucho más allá de todo lo que podamos construir.