México | 2022-08-27
Fue un 27 de agosto de 1883 cuando la erupción de un volcán en Indonesia provocó una de las explosiones más potentes de las que se tenga registro.
El volcán Krakatoa entró en actividad días antes; sin embargo, el 27 de agosto fue cuando el coloso desató toda su furia. Si bien cualquier evento de este tipo trae una onda de choque, la magnitud de la emitida por el Krakatoa superó lo que hasta ese entonces se había registrado.
Los tripulantes de un barco inglés que se encontraba a 65 kilómetros del lugar pudieron percibir claramente el ruido, lo cual –según la bitácora del capitán Norham Castle- provocó que los tímpanos de una buena parte de ellos reventaran.
Estimaciones posteriores indican que en un radio de 200 kilómetros el sonido superó el umbral de dolor para el oído humano (entre 130 y 140 decibeles), que sería como escuchar el despegue de un avión a pocos metros y sin ninguna protección.
Pero no solo fue el ruido, que pudo oírse a más de cinco mil kilómetros de distancia, lo que a la fecha asombra a los investigadores, sino que distintos instrumentos alrededor del mundo registraron los cambios de presión provocados por el estruendo.
Durante los siguientes cinco días, barómetros en todo el planeta registraron cada 34 horas (el tiempo que tarda el sonido en dar una vuelta a la Tierra) los picos de presión por el terrible sonido.
A consecuencia de este apocalíptico suceso, se estima que más de 37 mil personas fueron víctimas fatales tanto por las explosiones como por los tsunamis de hasta 40 metros de altura. Las partículas arrojadas también causaron un invierno volcánico, que provocó un descenso en la temperatura del planeta por los siguientes cuatro años, y que causaron además diversos colores en los cielos al refractar la luz solar.
Si algo similar ocurriera en la actualidad, ¿cuáles serían las consecuencias?