Coatzacoalcos | 2022-10-15
Estamos viviendo tiempos muy difíciles. Todos quisiéramos vivir en un mundo donde no impere la violencia y que todo fuese color de rosa. Pero ¿acaso en nuestros hogares no hay violencia? ¿Qué están viendo los niños en sus hogares? Ellos ven que los padres discuten y no sólo eso, muchas veces pasan de la violencia verbal a la física, lo cual no solo lacera sus mentes, sino también sus corazones.
Necesitamos hacer un alto para reflexionar pues esto sucede también fuera del hogar. Por cualquier motivo se busca pelea con alguien de la familia, con el amigo y con quien se nos presente la oportunidad de hacerlo. Los países buscan la guerra cuando se rompe el diálogo y no hay acuerdos, poniendo así en peligro a nuestro mundo. Nuestro Señor Jesús dijo: “Amaos los unos a los otros”. Pero parece que nosotros entendimos, “armaos los unos a los otros”.
Si queremos un mundo diferente, todos tenemos que trabajar para ello. ¿Qué estamos haciendo cada uno nosotros para lograr este objetivo? ¿Cómo son nuestras actitudes con los que nos rodean? ¿buscamos sobrellevarlos o los agredimos en la primera de cambio? Es verdad que muchas veces nos encontramos con personas difíciles de tratar. Pero esas personas, aunque no lo parezcan, también tienen su lado amable. Lo digo por experiencia.
Hace algunos años vinieron vivir cerca de nuestra casa una pareja con tres niños pequeños. El padre de la familia era médico, pero era una persona que no nos contestaba ni el saludo. Los niños comenzaron a frecuentar la casa ya que mis hijas se encariñaron con ellos. Un día mi madre enfermó y los niños le comentaron a su papá que la mamaíta estaba enferma, pero no sólo hicieron eso, ellos le pidieron al doctor que viniera a la casa para que la atendiera de su problema de salud. Fue así como él comenzó a frecuentar la casa y poco a poco fue cambiando su actitud, al punto de que como a él le gustaba cocinar, en varias ocasiones vino a preparar algún platillo para nosotros.
Sí se pueden mejorar las relaciones, aunque a veces haya personas difíciles de tratar. Tal vez pensemos que hay quienes nunca van a cambiar, pero algunas veces el cambio debe comenzar en nosotros. Desafortunadamente, queremos que las personas cambien, pero muchas veces nuestras actitudes no son las correctas. Nos cuesta trabajo obrar con sensatez y en lugar de ayudar a que tengamos un mundo mejor, lo seguimos arruinando cada día.
Díganme si no les pasa a ustedes: queremos que cambie el amigo, el esposo, el vecino, pero ¿Acaso no nos damos cuenta de cómo somos nosotros? Si tan sólo nos analizáramos caeríamos en cuenta de que, así como otros tienen errores, nosotros también los tenemos. Pero nos cuesta reconocerlos. Bien dijo el Salmista: “Quién podrá entender sus propios errores”.
Jesús dijo que debemos amar a otros de la misma manera como nos amamos nosotros mismos. Así que comencemos a amarnos para poder amar a otros. Sólo de esa manera lograremos un mundo diferente donde impere el amor, la paz y la justicia.