La triste historia que algunos olvidan

Veracruz | 2021-10-10 | Francisco J. Ávila Camberos

Si una persona gasta más de lo que gana, acabará endeudada y a la larga quebrada.

A una empresa le sucederá lo mismo. Si gasta más de lo debido.

Si una empresa desea tener utilidades, requiere mejorar su calidad y eficiencia. Esto incluye cuidar sus costos para que sea competitiva y rentable.

Solo la empresa que tienen utilidades puede reinvertir para mejorar sus procesos y darles calidad y servicio a sus clientes. 

Si no mejora quedará fuera del mercado y tendrá que cerrar, porque la competencia la hará a un lado y ocupará su lugar.

Entre más competencia haya, cualquier persona o empresa tendrá que estarse superando, para atender a una clientela cada vez más exigente.

La competencia por lo tanto es buena para todos, especialmente para los consumidores.

Hay que aclarar aquí que solamente crecen, generan empleos, dan mejores sueldos y pagan impuestos las empresas que tienen utilidades. Las que enfrentan pérdidas constantes acaban desapareciendo y con ello los empleos.

La comunidad resulta afectada siempre que se pierde una fuente de trabajo.

Los países más exitosos del mundo son aquellos donde hay libre competencia y por lo tanto los monopolios están prohibidos, porque éstos imponen precios a su arbitrio, descuidan la calidad de lo que ofrecen y no pocas veces maltratan a los consumidores.

Los más dañinos para cualquier nación son los monopolios que manejan los gobiernos, porque terminan vendiendo caro, con baja calidad y además pierden dinero.

Para no quebrar requieren subsidios provenientes de los impuestos. De esa manera pueden ofrecer artificialmente bajos precios para evitar reclamos de los clientes, pero se nivelan con dinero de los contribuyentes, con lo cual se emparejan.

En cualquier país avanzado hay empresas diferentes para contratar la energía eléctrica y comprar la gasolina. El cliente escoge al proveedor que le da más calidad y mejor precio.

Aquí en México, tal parece que con la última reforma planteada se pretende restringir la libre competencia en el sector eléctrico, lo que provocará a la larga un alza en las tarifas y posiblemente un desabasto de energía que afectaría la productividad del país.

Ojalá y el Poder Legislativo no la avale.

Ya pasaron los tiempos en que el gobierno era dueño de líneas aéreas, teléfonos, bancos, ingenios, ferrocarriles nacionales, salas de cine, productoras de películas, tiendas de autoservicio, cigarreras, flotas pesqueras, fábricas de camiones, coches, carros de ferrocarril y hasta astilleros. Tuvo que vender todo para no seguir perdiendo dinero.

Espero que esa triste historia no se olvide y que además no se repita, porque iríamos en reversa. Regresaríamos a un pasado donde en lugar de dedicarse a gobernar con eficiencia, los políticos de los años 70 y 80s del pasado siglo frenaron nuestro desarrollo al dilapidar el presupuesto público en subsidios a cientos de paraestatales y fideicomisos ineficientes, lo que nos ocasionó devaluaciones traumáticas y una tremenda inflación que afectó como siempre a los más pobres que decían defender.

¿No les parece a Ustedes?

Muchas gracias y buen fin de semana.