Hedores

Veracruz | 2021-05-13 | Armando Guerra

Hay hedores inconfundibles. El de las cañerías, por ejemplo. Y cuando las cañerías son las de la infraestructura política la hediondez es mayor. Un mensaje de WhatsApp advierte, falsamente por supuesto, sobre una serie de irregularidades de cara a la elección del seis de junio próximo.

Conviene reproducir lo que el INE ha señalado puntualmente: “Es falso que, como se dice en las cadenas de WhatsApp, [que] ‘cualquiera’ pueda votar con la credencial de otra persona”, desde hace décadas, el Padrón Electoral elaborado y custodiado por el INE tiene los más altos estándares de seguridad y protección [en materia] de datos personales”.

El golpismo, como práctica de las elites dominantes, no se agota en el hecho de que una porción de esa élite, excluida o no del reparto del poder o apoyada por las fuerzas armadas o grupos de civiles o paramilitares, deponga al régimen en funciones.

El término tiene raíces históricas. Se remonta al absolutismo francés del siglo XVII cuando el rey tomada medidas desproporcionadas y autoritarias in pectore y sin consultar a las estados que constituían las cortes del reino. Su equivalente contemporáneo sería el autogolpe, fórmula autoritaria carente de moral que desplaza a las autoridades legitimante constituidas que ceden ante los embates desmedidos de una autodenominada autoridad suprema.

Fue Curzio Malaparte (1989-1957) quien trazó con claridad lo que por años se ha denominado golpe de estado: la suma de esfuerzos de poderes estatales y grupos civiles cuyas acciones desestabilizadoras tienden a generar caos y a encumbrar una nueva élite maximizando el control de daños a la hora de actuar.

No faltará el intelectual que eventualmente estudie este golpismo de plataforma de comunicación cuyo claro interés es inhibir la participación ciudadana en las elecciones.

¿A qué le temen los partidos políticos? No a la prensa, ni al órgano regulador, ni al tribunal. Los partidos en el poder, siempre en todas partes, temen que la gente salga a votar; los opositores tienen miedo de que la gente no salga a votar. Los partidos le teman al voto –aunque lo promuevan— por que si es adverso los defenestrará. Los opositores temen no tener la capacidad de movilizar a algo más que su voto duro, si lo hubiere, para ganar, porque casi siempre, y la historia estadística es pródiga en ejemplos, el partido gobernante, con su simple voto duro, gana una elección. Los fontaneros de todos los regímenes lo saben.

¿Qué es lo deseable?, que gane el mejor o el menos malo, sin perder de vista a Discépolo cuando dice: “Igual que en la vidriera/irrespetuosa/de los cambalaches/se ha mezclao la vida, /y herida por un sable sin remache/ves llorar la Biblia/junto a un calefón”. (O lo que es lo mismo, todos son iguales y la ley, vil hoja de papel para el caso, les importa un bledo). ¡Ahreee!

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