Veracruz | 2021-01-15 | Armando Guerra
Cárdenas. – Hablemos de Cárdenas famosos. El Tata –el michoacano, no el que quería su cocoool— Raúl –entrenador de la selección nacional en 1970, y también del Toluca, del Puebla, del América –nadie es perfecto— y del Cruz Azul de los 70’s y que en ese entonces no la cruzazuleaba. La lista podría seguir.
Pero del Cárdenas que aquí se habla, se llama Juan Carlos, se apellida Cárdenas –obvio— y ganó con un solo trallazo impecable la batalla de Montevideo.
Le dicen El Chango. Desde hace varias semanas libra su lucha contra el virus Covid-19 y todo indica que saldrá airoso, como en Montevideo.
¿Y a mí que me importa?, podría preguntar algún lector, o lectora o lectere. La respuesta es sencilla: Juan Carlos Cárdenas, El Chango, futbolista de abolengo y símbolo histórico de Racing de Avellaneda, jugó, a mediados de los setenta con los equipos Puebla y Veracruz, los gloriosos Tiburones Rojos –de acuerdo, no es para tanto, que si gloriosos fueran, todavía existirían—.
La cosa es que el héroe de Montevideo pasó por estos lares y anotó los goles que tenía que anotar –menos de 30— y san se acabó. El parte de salud más reciente indica que Cárdenas –en sede hospitalaria— se recupera aceptablemente aunque con bajas sensibles en sodio y potasio.
Cárdenas regresó a su país natal en 1976 –año fatídico acá y allá— y se despidió jugando con Racing de Avellaneda, el mismo club con el que en 1964 había debutado. Su casa pues, el club de sus amores. La portada de la revista Penalty¡ (Sólo futbol), editada por Macc División Deportes en México, lo inmortalizó en el ejemplar del 15 de septiembre de 1974, número 123, portando la casaquilla de los Tiburones Rojos, esos mismos Tiburones que en 1979 se ahogaron en la bahía y no volvieron jamás.
Se ganó el mote de Héroe de Montevideo luego del partido de desempate que en el Estadio Centenario de la capital uruguaya, jugaron Racing y Celtic de Glasgow por la final de la Copa Intercontinental en 1967, la que ahora ha sido sustituida por el Mundial de Clubes que los jeques árabes impulsaron en sus orígenes con singular alegría y petrodólares.
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Abre, cierra, abre. – A veces, parece que a la autoridad (estadual) le encanta jugar al teléfono descompuesto con la autoridad municipal: ¡ahí van los cierres-los cierres no van!
De volver obligatorio el uso del cubrebocas nadie habla, claro, ni modo que se construya un “Torito” para los jijos del barbijo cáido (así, cáido, por favor), o se piense que la autoridad puede violentar con la flor de un decreto los derechos humanos de los que no usan cubrebocas. ¡¿Aló, aló?!, ¿quién llama? Silencio en la noche…
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Obituario. – Esta columna y su autor expresan sus condolencias a presbíteros, amigos, familiares y colaboradores del Padre Víctor Díaz Mendoza, vocero que fuera de la diócesis de Veracruz y que al amanecer de ayer jueves falleciera. (Veracruz 12:30 p.m, volverá el lunes siguiente).