Xalapa | 2024-02-14
Hace algún tiempo alguien nos dijo que el femenismo es un tema de moda, inimaginable nuestra reacción de sorpresa que en pleno siglo XXI, después de tanto camino recorrido por las mujeres para alcanzar la dignificación de sus derechos humanos, aún se considere que el movimiento de las féminas es casual, es hormonal y quizás con el tiempo se invisibilizará.
Hablar de feminismo, conlleva a entender que las feministas no somos mujeres felices porque no encontramos el amor de pareja, o que las feministas odiamos a los hombres, que odiamos nuestra cultura por haber sido educadas sumisas y obedientes, que la feminista no lleva maquillaje, que siempre está enojada, que únicamente viste pantalones, que no tiene sentido del humor, que no expresamos nuestros sentimientos, que no lloramos, que quiere empoderarse y/o dignificarse para ejercer fuerza y poder sobre los hombres, que la feminista quiere tener pene y no vagina, la palabra feminista esta sobrecargada de connotaciones, pero todas negativas.
Ser feminista es tener conciencia que por el solo hecho de existir, de Ser y estar aquí, ostentamos el derecho natural de ser tomadas en cuenta con respeto de nuestros derechos humanos en la sociedad, que no somos artículos domésticos estereotipados a la privacidad de nuestros hogares, aunque antes lo hayamos aceptado de esa forma por haberse hecho costumbre.
Nacer mujer no necesariamente nos identifica con la lucha feminista, en estos tiempos, muchas por intereses laborales, políticos o sociales se hacen llamar feministas aunque en realidad no sepan bien a bien que significa serlo o no estén convencidas en dejar su círculo de confort para luchar por el respeto de los derechos humanos de ellas mismas y de sus congéneres.
La Cuarta Ola de la lucha feminista se ha caracterizado por ser un movimiento que se manifiesta, que grita, que exige respeto y que deja a la luz la vulnerabilidad de las mujeres sin mayor recato, lo cual incomoda a muchas y muchos. Sin embargo, la fuerza de las mujeres que la representan es más que los prejuicios adquiridos en virtud de una educación patriarcal.
Hoy gracias a la tecnología, en las redes sociales día a día se denuncia la flagelación de los derechos sexuales, políticos, laborales y la violencia dentro del vínculo familiar de las mujeres, en ocasiones prospera la denuncia y en otras solo queda como un topic trending.
Si bien en México se cuenta con uno de los mejores marcos normativos de protección a los derechos de ellas a nivel mundial, esto dista en demasía para decir que vivimos en una sociedad igualitaria, sorora y de respeto a la dignidad de las mujeres.
Debido a la incómoda lucha feminista, muchas mujeres -que aún son las menos- ostentan cargos públicos en el Congreso Federal, los Congresos locales, la administración pública en los tres órdenes de gobierno y en el Poder Judicial de la Federación y locales, lo cual por desfortuna ha servido de muy poco en la defensa de los derechos de las mujeres, con sus grandes excepciones como en todo.
Alguien como tú, está convencida que muchas de ellas han usado el discurso feminista para obtener beneficio personal, pues a la hora de ponerse la camiseta y defender a una congénere que es víctima de la violación a sus derechos humanos, se hacen las desentendidas, es más hacen equipo con el sistema patriarcal o no hacen nada, que es lo peor pues no se definen.
Ser feminista no significa sonreír y simular empatía cuando se requiere del apoyo de la otra, ser feminista es estar siempre, en las buenas, en las malas y en las peores, ser feminista es honestidad con nosotras mismas, es advertir que la rueda de la fortuna puede cambiar y hacer evidente la vulnerabilidad de nuestro género.
Al respecto, algunas personas opinan que este desencuentro entre las féminas es en virtud de su propia naturaleza, debido a la manera que fueron educadas en la niñez, esto es, cuando niñas les enseñaron que otra niña era su rival, debían llevar el mejor vestido y peinado a la fiesta para ser la más bonita, debían ser la mejor en la clase de baile y competir por un mejor lugar en cualquier ámbito y si no se lograba, que el triunfo fuera de un hombre pero nunca de una mujer, o sea, ver a otra en desgracia es un logro.
Lo que sí está de moda es que cualquier persona hable de los derechos de la mujer, de la igualdad de oportunidades entre los géneros, del empoderamiento y/o dignificación de la mujer, sin conocimiento alguno de la historia feminista y de la Teoría de los Géneros, y esto si nos debe ocupar en nuestras reflexiones.
Los años de lucha feminista no son pocos. Que esa lucha no se relacione con un enfrentamiento con el género masculino, que el empoderamiento y/o dignificación de la mujer sea una lucha con cada una de nosotras para demostrar que tenemos el mismo valor como personas, el mismo nivel y capacidad de inteligencia y responsabilidad que nos corresponde a cada persona de acuerdo a nuestro género.
La lucha por la igualdad, que ha llevado al surgimiento de la Teoría de los Géneros, no es un tema acabado, debemos seguir abordándolo con profesionalismo, dedicación, constancia y sobre todo con absoluta responsabilidad, pues el solo hecho de ser mujer no nos dota de conocimientos para hablar de bote pronto sobre el tema y lejos de ayudar, desinforman o confunden a la audiencia en relación al movimiento feminista.
La historia es un parte aguas de lo que fue, lo que se hizo, lo que se alcanzó. Eso permite relanzarnos hacia el mundo y manifestar qué deseamos como mujeres, como madres, como hijas, como esposas, sin importar el rol que desempeñemos.
Ser feminista nos debe enorgullecer, implica que luchamos día a día por el respeto y la dignificación de nuestros derechos humanos.
Antes de hablar de feminismo, se debe estudiar la historia para no estar condenadas al fracaso porque todos los días se hace historia, las mujeres somos historicidad.
Alguien como tú ha puntualizado que la solidaridad, la hermandad, la sororidad entre mujeres no se platica...¡se ejerce!, el mensaje no ha llegado a muchas, siguen actuando como si la fortuna les fuera a brillar siempre, su feminismo llega hasta donde la incomodidad del patriarcado lo permite.
El feminismo auténtico no se detiene, va paso a paso, con piedras en el camino que debe apartar, con vallas y muros que debe derribar, pero nunca declinará...