| 2023-08-17
Nadie está exento de experimentar miedo ante determinado escenario: hacerle frente a un tercero, pedir un aumento, cambiar de profesión, mudarse o terminar un vínculo sentimental. Miedo incluso a fracasar en algo o con alguien.
El miedo se tiene porque lo primero es conjeturar, crear imaginarios de impotencia, de que las cosas no salgan bien y se salgan de control.
Se trata de una emoción básica, una herramienta adaptativa, que despierta la necesidad de esquivar situaciones o factores de riesgo; es bueno pues, actuamos para protegernos.
Pero cruza la línea cuando percibimos amenazas imaginarias. De ahí que si tenemos que confrontar, pedir o cambiar... Muchos preferimos aplazarlo; anclarnos en la zona de confort, quedarnos en ese lugar en el que no somos felices.
Esta sensación se convierte en dañina cuando no dejas de pensar en ese miedo, cuando interfiere en tus actividades y decisiones diarias, alejando oportunidades.
Gestionar esta emoción es ir a sus raíces:
Halla el origen. Analiza el porqué de esa sensación de miedo. Detrás de éste, generalmente se esconden otros temores: que te critiquen, que te ridiculicen, no sentirte a la altura de las circunstancias o tal vez fallaste alguna vez y fue terrible el panorama, te quedaste varado. Al encontrar la raíz, podrás ir resolviendo el tema, incluso con asistencia profesional: un plan de acción personalizado.
Profundiza y pon en la mesa los pros y contras de por qué cambiar de domicilio, pedir un aumento o confrontar a un tóxico. De lo general a lo particular. Discierne, y si hay más beneficio, actúa en consecuencia.
No tengas miedo a equivocarte, ten miedo a estancarte, y en 5 años decir: "Si hubiera..."